domingo, octubre 29, 2017

La charlotada catalana, kaputt

/ Ya no continuará denigrando la democracia española /


Preámbulo: el origen barcelonés del término charlotada -como puede comprobarse más abajo- motiva que el lenguaje politicamente correcto no me imponga titular este post “La charlotada catalanista”. Al fin y al cabo, además, no existió entre 1979 y 1989 un grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados denominado “Minoría catalanista”, sino “Minoría catalana” (y que después pasaría a denominarse Grupo parlamentario catalán, y no catalanista). Esa era la denominación con la que el partido nacionalista catalán Convergencia i Unió se presentaba ante la soberanía popular española. Los diputados de otros partidos elegidos en las circunscripciones catalanas no debían ser catalanes auténticos, se entiende ahora, como recientemente se ha encargado de confirmar la presidenta del parlamento catalán Carme Forcadell.

Con una hábil maniobra político-legal, con el acuerdo en votación en el Senado de los partidos PP, PSOE y Ciudadanos, así como Foro Asturias, Unión del Pueblo Navarro y Coalición Canaria, la joven y vigorosa democracia española -en una acción no exenta de riesgos, pues no hay certeza sobre su impacto final el día 21 de diciembre, como en toda convocatoria electoral- sortea momentáneamente el órdago máximo al que se ha enfrentado, de magnitud superior al que supusieron el 23-F o el terrorismo vasco.
España ha sufrido en su Historia reciente dos intentos de secesión por parte del nacionalismo catalán, auténticos golpes de estado. Nada más y nada menos. Ambos, precisamente, cuando en España hay democracia: en 1934 y en 2017.

sábado, octubre 28, 2017

¡Qué sería de Sevilla sin funcionarios! (XXI)

/ Y la producción ganadera /


Me temo que, también incluso en la propia Sevilla, se ha convertido en lugar común en Andalucía la asociación de ideas que iguala “economía de Sevilla” a sector público.

Este tuit del Instituto de Estadística me permite rescatar esta serie de posts (ya, por su número 21).
La afirmación anterior, cuidadosamente malévola, y en un intento de construir una imagen de la provincia como rémora o parásito de la economía andaluza -y a lomos, por añadidura, del caballo de batalla que el mainstream conservador ha venido utilizando acerca de la responsabilidad del tamaño del sector y el gasto públicos en la actual crisis- tiene un efecto realmente perverso.
Así que, para desterrarla, y puestos igualmente en la astracanada, si en Sevilla -capital de Andalucía- no hay sino empleados públicos, una respuesta a la pregunta ¿Qué sería de Sevilla sin funcionarios? podría rezar, por ejemplo, que....