/ También en lo económico /
El articulista y profesor de la facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Sevilla (mi alma máter), amigo -me lo permitirá- y vecino Tacho Rufino me soliviantó hace unas semanas al recoger en su colaboración en Diario de Sevilla unos pasajes de Stendhal, afamado novelista francés, popular por su ataque de belleza en Florencia en 1817, origen del síndrome que lleva su nombre descrito con posterioridad.
No fue un ataque de belleza lo que sufrió Stendhal en su visita a Cataluña en 1839, unos años más tarde. Escribió en sus Memorias de un turista (el subrayado es mío):
“Es digno de mención que en Barcelona predican la virtud más pura, el beneficio de todos, y al mismo tiempo se quiere disfrutar de privilegios: divertida contradicción.
(...)
Estos señores quieren leyes justas, con la excepción de la ley de aduanas, que debe estar hecha a su antojo. Los catalanes exigen que cada español que usa telas de algodón pague cuatro francos al año, porque en el mundo hay una Cataluña [por el solo hecho de existir Cataluña].